miércoles, 11 de junio de 2008

loque se debe y lo que no se debe hacer en la misa


Sepa lo que debe y no debe hacerse en la celebración de la Misa
La instrucción Redemptionis Sacramentum, describe detalladamente cómo debe celebrarse la Eucaristía y lo que puede considerarse como "abuso grave" durante la ceremonia. Aquí les ofrecemos un resumen de las normas que el documento recuerda a toda la Iglesia.

En el Capítulo I sobre la “ordenación de la Sagrada Liturgia” se señala que:

Compete a la Sede Apostólica ordenar la sagrada Liturgia de la Iglesia universal, editar los libros litúrgicos, revisar sus traducciones a lenguas vernáculas y vigilar para que las normas litúrgicas se cumplan fielmente.

Los fieles tienen derecho a que la autoridad eclesiástica regule la sagrada Liturgia de forma plena y eficaz, para que nunca sea considerada la liturgia como propiedad privada de alguien.

El Obispo diocesano es el moderador, promotor y custodio de toda la vida litúrgica. A él le corresponde dar normas obligatorias para todos sobre materia litúrgica, regular, dirigir, estimular y algunas veces también reprender.

Compete al Obispo diocesano el derecho y el deber de visitar y vigilar la liturgia en las iglesias y oratorios situados en su territorio, también aquellos que sean fundados o dirigidos por los citados institutos religiosos, si los fieles acuden a ellos de forma habitual.

Todas las normas referentes a la liturgia, que la Conferencia de Obispos determine para su territorio, conforme a las normas del derecho, se deben someter a la recognitio de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, sin la cual, carecen de valor legal.

En el Capítulo II sobre la “participación de los fieles laicos en la celebración de la Eucaristía”, se establece que:

La participación de los fieles laicos en la celebración de la Eucaristía, y en los otros ritos de la Iglesia, no puede equivaler a una mera presencia, más o menos pasiva, sino que se debe valorar como un verdadero ejercicio de la fe y la dignidad bautismal.

Se debe recordar que la fuerza de la acción litúrgica no está en el cambio frecuente de los ritos, sino, verdaderamente, en profundizar en la palabra de Dios y en el misterio que se celebra.

Sin embargo, no se deduce necesariamente que todos deban realizar otras cosas, en sentido material, además de los gestos y posturas corporales, como si cada uno tuviera que asumir, necesariamente, una tarea litúrgica específica; aunque conviene que se distribuyan y realicen entre varios las tareas o las diversas partes de una misma tarea.

Se alienta la participación de lectores y acólitos que estén debidamente preparados y sean recomendable por su vida cristiana, fe, costumbres y fidelidad hacia el Magisterio de la Iglesia.

Se alienta la presencia de niños o jóvenes monaguillos que realicen un servicio junto al altar, como acólitos, y reciban una catequesis conveniente, adaptada a su capacidad, sobre esta tarea. A esta clase de servicio al altar pueden ser admitidas niñas o mujeres, según el juicio del Obispo diocesano y observando las normas establecidas.

En el Capítulo 3, sobre la “celebración correcta de la Santa Misa” se especifica sobre:

La materia de la Santísima Eucaristía

El pan a consagrar debe ser ázimo, de sólo trigo y hecho recientemente. No se pueden usar cereales, sustancias diversas del trigo. Es un abuso grave introducir en su fabricación frutas, azúcar o miel.

Las hostias deben ser preparadas por personas honestas, expertas en la elaboración y que dispongan de los instrumentos adecuados.

Las fracciones del pan eucarístico deben ser repartidas entre los fieles, pero cuando el número de estos excede las fracciones se deben usar sobre todo hostias pequeñas.

El vino del Sacrificio debe ser natural, del fruto de la vid, puro y sin corromper, sin mezcla de sustancias extrañas. En la celebración se le debe mezclar un poco de agua. No se debe admitir bajo ningún pretexto otras bebidas de cualquier género.

La Plegaria Eucarística

Sólo se pueden utilizar las Plegarias Eucarísticas del Misal Romano o las aprobadas por la Sede Apostólica. Los sacerdotes no tienen el derecho de componer plegarias eucarísticas, cambiar el texto aprobado por la Iglesia, ni utilizar otros, compuestos por personas privadas.

Es un abuso hacer que algunas partes de la Plegaria Eucarística sean pronunciadas por el diácono, por un ministro laico, o bien por uno sólo o por todos los fieles juntos. La Plegaria Eucarística debe ser pronunciada en su totalidad, y solamente, por el sacerdote.

El sacerdote no puede partir la hostia en el momento de la consagración.

En la Plegaria Eucarística no se puede omitir la mención del Sumo Pontífice y del Obispo diocesano.

Las otras partes de la Misa

Los fieles tienen el derecho de tener una música sacra adecuada e idónea y que el altar, los paramentos y los paños sagrados, según las normas, resplandezcan por su dignidad, nobleza y limpieza.

No se pueden cambiar los textos de la sagrada Liturgia.

No se pueden separar la liturgia de la palabra y la liturgia eucarística, ni celebrarlas en lugares y tiempos diversos.

La elección de las lecturas bíblicas debe seguir las normas litúrgicas. No está permitido omitir o sustituir, arbitrariamente, las lecturas bíblicas prescritas ni cambiar las lecturas y el salmo responsorial con otros textos no bíblicos.

La lectura evangélica se reserva al ministro ordenado. Un laico, aunque sea religioso, no debe proclamar la lectura evangélica en la celebración de la Misa.

La homilía nunca la hará un laico. Tampoco los seminaristas, estudiantes de teología, asistentes pastorales ni cualquier miembro de alguna asociación de laicos.

La homilía debe iluminar desde Cristo los acontecimientos de la vida, sin vaciar el sentido auténtico y genuino de la Palabra de Dios, por ejemplo, tratando sólo de política o de temas profanos, o tomando como fuente ideas que provienen de movimientos pseudo-religiosos.

No se puede admitir un “Credo” o Profesión de fe que no se encuentre en los libros litúrgicos debidamente aprobados.

Las ofrendas, además del pan y el vino, sí pueden comprender otros dones. Estos últimos se pondrán en un lugar oportuno, fuera de la mesa eucarística.

La paz se debe dar antes de distribuir la sagrada Comunión, y se recuerda que esta práctica no tiene un sentido de reconciliación ni de perdón de los pecados.

Se sugiere que el gesto de la paz sea sobrio y se dé a sólo a los más cercanos. El sacerdote puede dar la paz a los ministros, permaneciendo en el presbiterio, para no alterar la celebración y del mismo modo si, por una causa razonable, desea dar la paz a algunos fieles. El gesto de paz lo establece la Conferencia de Obispos, con el reconocimiento de la Sede Apostólica, “según la idiosincrasia y las costumbres de los pueblos”.

La fracción del pan eucarístico la realiza solamente el sacerdote celebrante, ayudado, si es el caso, por el diácono o por un concelebrante, pero no por un laico. Ésta comienza después de dar la paz, mientras se dice el “Cordero de Dios”.

Es preferible que las instrucciones o testimonios expuestos por un laico se hagan fuera de la celebración de la Misa. Su sentido no debe confundirse con la homilía, ni suprimirla.

Unión de varios ritos con la celebración de la misa

No se permite la unión de la celebración eucarística con otros ritos cuando lo que se añadiría tiene un carácter superficial y sin importancia.

No es lícito unir el Sacramento de la Penitencia con la Misa y hacer una única acción litúrgica. Sin embargo, los sacerdotes, independientemente de los que celebran la Misa, sí pueden escuchar confesiones, incluso mientras en el mismo lugar se celebra la Misa. Esto debe hacerse de manera adecuada.

La celebración de la Misa no puede ser intercalada como añadido a una cena común, ni unirse con cualquier tipo de banquete. No se debe celebrar la Misa, a no ser por grave necesidad, sobre una mesa de comedor, o en el comedor, o en el lugar que será utilizado para un convite, ni en cualquier sala donde haya alimentos. Los participantes en la Misa tampoco se sentarán en la mesa, durante la celebración.

No está permitido relacionar la celebración de la Misa con acontecimientos políticos o mundanos, o con otros elementos que no concuerden plenamente con el Magisterio.

No se debe celebrar la Misa por el simple deseo de ostentación o celebrarla según el estilo de otras ceremonias, especialmente profanas.

No se debe introducir ritos tomados de otras religiones en la celebración de la Misa.

En el capítulo 4, sobre la “Sagrada Comunión”, se ofrecen disposiciones como:

Si se tiene conciencia de estar en pecado grave, no se debe celebrar ni comulgar sin acudir antes a la confesión sacramental, a no ser que concurra un motivo grave y no haya oportunidad de confesarse.

Debe vigilarse para que no se acerquen a la sagrada Comunión, por ignorancia, los no católicos o, incluso, los no cristianos.

La primera Comunión de los niños debe estar siempre precedida de la confesión y absolución sacramental. La primera Comunión siempre debe ser administrada por un sacerdote y nunca fuera de la celebración de la Misa.

El sacerdote no debe proseguir la Misa hasta que haya terminado la Comunión de los fieles.

Sólo donde la necesidad lo requiera, los ministros extraordinarios pueden ayudar al sacerdote celebrante.

Se puede comulgar de rodillas o de pie, según lo establezca la Conferencia de Obispos, con la confirmación de la Sede Apostólica.

Así pues, no es lícito negar la sagrada Comunión a un fiel, por ejemplo, sólo por el hecho de querer recibir la Eucaristía arrodillado o de pie.

Los fieles tienen siempre derecho a elegir si desean recibir la Comunión en la boca, pero si el que va a comulgar quiere recibir el Sacramento en la mano, se le debe dar la Comunión.

Si existe peligro de profanación, el sacerdote no debe distribuir a los fieles la Comunión en la mano.

Los fieles no deben tomar la hostia consagrada ni el cáliz sagrado por uno mismo, ni mucho menos pasarlos entre sí de mano en mano.

Los esposos, en la Misa nupcial, no deben administrarse de modo recíproco la sagrada Comunión.

No debe distribuirse a manera de Comunión, durante la Misa o antes de ella, hostias no consagradas, otros comestibles o no comestibles.

Para comulgar, el sacerdote celebrante o los concelebrantes no deben esperar que termine la comunión del pueblo.

Si un sacerdote o diácono entrega a los concelebrantes la hostia sagrada o el cáliz, no debe decir nada, es decir, no pronuncia las palabras “el Cuerpo de Cristo” o “la Sangre de Cristo”.

Para administrar a los laicos Comunión bajo las dos especies, se deben tener en cuenta, convenientemente, las circunstancias, sobre las que deben juzgar en primer lugar los Obispos diocesanos.

Se debe excluir totalmente la administración de la Comunión bajo las dos especies cuando exista peligro, incluso pequeño, de profanación.

No debe administrarse la Comunión con el cáliz a los laicos donde: 1) sea tan grande el número de los que van a comulgar que resulte difícil calcular la cantidad de vino para la Eucaristía y exista el peligro de que sobre demasiada cantidad de Sangre de Cristo, que deba sumirse al final de la celebración»; 2) el acceso ordenado al cáliz sólo sea posible con dificultad; 3) sea necesaria tal cantidad de vino que sea difícil poder conocer su calidad y proveniencia; 4) cuando no esté disponible un número suficiente de ministros sagrados ni de ministros extraordinarios de la sagrada Comunión que tengan la formación adecuada; 5) donde una parte importante del pueblo no quiera participar del cáliz por diversos motivos.

No se permite que el comulgante moje por sí mismo la hostia en el cáliz, ni reciba en la mano la hostia mojada. La hostia que se debe mojar debe hacerse de materia válida y estar consagrada. Está absolutamente prohibido el uso de pan no consagrado o de otra materia.

En el capítulo 5, sobre “otros aspectos que se refieren a la Eucaristía”, se aclara que:

La celebración eucarística se ha de hacer en lugar sagrado, a no ser que, en un caso particular, la necesidad exija otra cosa.

Nunca es lícito a un sacerdote celebrar la Eucaristía en un templo o lugar sagrado de cualquier religión no cristiana.

Siempre y en cualquier lugar es lícito a los sacerdotes celebrar el santo sacrificio en latín.

Es un abuso suspender de forma arbitraria la celebración de la santa Misa en favor del pueblo, bajo el pretexto de promover el “ayuno de la Eucaristía”.

Se reprueba el uso de vasos comunes o de escaso valor, en lo que se refiere a la calidad, o carentes de todo valor artístico, o simples cestos, u otros vasos de cristal, arcilla, creta y otros materiales, que se rompen fácilmente.

La vestidura propia del sacerdote celebrante es la casulla revestida sobre el alba y la estola. El sacerdote que se reviste con la casulla debe ponerse la estola.

Se reprueba no llevar las vestiduras sagradas, o vestir solo la estola sobre la cogulla monástica, o el hábito común de los religiosos, o la vestidura ordinaria.

En el capítulo 6, el documento trata sobre “la reserva de la Santísima Eucaristía y su culto fuera de la Misa”. Se recuerda que:

El Santísimo Sacramento debe reservarse en un sagrario, en la parte más noble, insigne y destacada de la iglesia, y en el lugar más apropiado para la oración.

Está prohibido reservar el Santísimo Sacramento en lugares que no están bajo la segura autoridad del Obispo o donde exista peligro de profanación.

Nadie puede llevarse la Sagrada Eucaristía a casa o a otro lugar.

No se excluye el rezo del rosario delante de la reserva eucarística o del santísimo Sacramento expuesto.

El Santísimo Sacramento nunca debe permanecer expuesto sin suficiente vigilancia, ni siquiera por un tiempo muy breve.

Es un derecho de los fieles visitar frecuentemente el Santísimo Sacramento.

Es conveniente no perder la tradición de realizar procesiones eucarísticas.

El capítulo 7 versa sobre “los ministerios extraordinarios de los fieles laicos”. Allí el documento especifica que:

Las tareas pastorales de los laicos no deben asimilarse demasiado a la forma del ministerio pastoral de los clérigos. Los asistentes pastorales no deben asumir lo que propiamente pertenece al servicio de los ministros sagrados.

Solo por verdadera necesidad se puede recurrir al auxilio de ministros extraordinarios en la celebración de la Liturgia.

Nunca es lícito a los laicos asumir las funciones o las vestiduras del diácono o del sacerdote, u otras vestiduras similares.

Si habitualmente hay un número suficiente de ministros sagrados, no se pueden designar ministros extraordinarios de la sagrada Comunión. En tales circunstancias, los que han sido designados para este ministerio, no deben ejercerlo.

Se reprueba la costumbre sacerdotes que, a pesar de estar presentes en la celebración, se abstienen de distribuir la comunión, encomendando esta tarea a laicos.

Al ministro extraordinario de la sagrada Comunión nunca le está permitido delegar en ningún otro para administrar la Eucaristía.

Los laicos tienen derecho a que ningún sacerdote, a no ser que exista verdadera imposibilidad, rechace nunca celebrar la Misa en favor del pueblo, o que ésta sea celebrada por otro sacerdote, si de diverso modo no se puede cumplir el precepto de participar en la Misa, el domingo y los otros días establecidos.

Cuando falta el ministro sagrado, el pueblo cristiano tiene derecho a que el Obispo, en lo posible, procure que se realice alguna celebración dominical para esa comunidad.

Es necesario evitar cualquier confusión entre este tipo de reuniones y la celebración ecarística.

El clérigo que ha sido apartado del estado clerical está prohibido de ejercer la potestad de orden. No le está permitido celebrar los sacramentos. Los fieles no pueden recurrir a él para la celebración.

El capítulo 8 está dedicados a los Remedios

Cualquier católico tiene derecho a exponer una queja por un abuso litúrgico, ante el Obispo diocesano o el Ordinario competente que se le equipara en derecho, o ante la Sede Apostólica, en virtud del primado del Romano Pontífice.


SAN JOSÉ
ESPOSO DE MARÍA Y A QUIÉN
JESÚS LLAMABA "PADRE"

FIESTA: 19 de marzo

Modelo de padre y esposo, patrón de la Iglesia universal, de los trabajadores, de infinidad de comunidades religiosas y de la buena muerte.

A San José Dios le encomendó la inmensa responsabilidad y privilegio de ser esposo de la Virgen María y custodio de la Sagrada Familia. Es por eso el santo que más cerca esta de Jesús y de la Stma. Virgen María.


Nuestro Señor fue llamado "hijo de José" (Juan 1:45; 6:42; Lucas 4:22) el carpintero (Mateo 12:55). No era padre natural de Jesús (quién fue engendrado en el vientre virginal de la Stma. Virgen María por obra del Espíritu Santo y es Hijo de Dios), pero José lo adoptó y Jesús se sometió a el como un buen hijo ante su padre. ¡Cuánto influenció José en el desarrollo humano del niño Jesús! ¡Qué perfecta unión existió en su ejemplar matrimonio con María! San José es llamado el "Santo del silencio" No conocemos palabras expresadas por él, tan solo conocemos sus obras, sus actos de fe, amor y de protección como padre responsable del bienestar de su amadísima esposa y de su excepcional Hijo. José fue "santo" desde antes de los desposorios. Un "escogido" de Dios. Desde el principio recibió la gracia de discernir los mandatos del Señor. Las principales fuentes de información sobre la vida de San José son los primeros capítulos del evangelio de Mateo y de Lucas. Son al mismo tiempo las únicas fuentes seguras por ser parte de la Revelación. San Mateo (1:16) llama a San José el hijo de Jacob; según San Lucas (3:23), su padre era Heli. Probablemente nació en Belén, la ciudad de David del que era descendiente. Pero al comienzo de la historia de los Evangelios (poco antes de la Anunciación), San José vivía en Nazaret. Según San Mateo 13:55 y Marcos 6:3, San José era un "tekton". La palabra significa en particular que era carpintero. San Justino lo confirma (Dial. cum Tryph., lxxxviii, en P. G., VI, 688), y la tradición ha aceptado esta interpretación. Si el matrimonio de San José con La Stma. Virgen ocurrió antes o después de la Encarnación aun es discutido por los exegetas. La mayoría de los comentadores, siguiendo a Santo Tomás, opinan que en la Anunciación, la Virgen María estaba solo prometida a José. Santo Tomás observa que esta interpretación encaja mejor con los datos bíblicos. Los hombres por lo general se casaban muy jóvenes y San José tendría quizás de 18 a 20 años de edad cuando se desposó con María. Era un joven justo, casto, honesto, humilde carpintero...ejemplo para todos nosotros. La literatura apócrifa, (especialmente el "Evangelio de Santiago", el "Pseudo Mateo" y el "Evangelio de la Natividad de la Virgen María", "La Historia de San José el Carpintero", y la "Vida de la Virgen y la Muerte de San José) provee muchos detalles pero estos libros no están dentro del canon de las Sagradas Escrituras y no son confiables.

jueves, 29 de mayo de 2008

misiones semana santa 2008



Los Misioneros Josefinos llevamos a cabo la tarea encomendada por nuestro padre fundador en las misiones ya sea en el salvador o en el mundo, también a través de escuelas para contribuir en la formación cristiana y de valores de nuestros alumnos y apoyamos el trabajo de nuestros obispos insertándonos en sus diócesis y planes de pastoral a través de algunas parroquias y templos y procuramos estar siempre abiertos a las necesidades de la iglesia y del mundo para ir ahí donde podemos aportar nuestro carisma.Es el conjunto de gracias que Dios da a una persona para llevar acabo una misión específica en la Iglesia.

El carisma josefino

“El P. José María Vilaseca , dócil al Espíritu fijó su mirada de fe y de amor en el rostro de Jesús que vivió con María y José en Nazareth (Lc 2,51) y, ungido por el Espíritu anunció a los pobres la Buena Nueva (Lc 4,18). Así, recibió como don de Dios el carisma de fundador para bien de la Iglesia. Ojalá que cada uno de nosotros pudiese decir a la faz del mundo: “El Espíritu ha bajado sobre mí y me ha ungido y destinado para evangelizar a los indios, a los pobrecitos pecadores, para instruir a la niñez y a la juventud”.

Presencia del carisma josefino en nuestro mundo

El P. José María Vilaseca deseoso de abrazar los corazones de todos los hombres se hace presente en el mundo a través de la Familia Josefina: laicos, hermanas y misioneros. Quienes con su vida enriquecen y dan vida al Carisma dado por Dios. El cual hoy se hace presente en escuelas, colegios, asilos, hospitales, sanatorios, psiquiátricos, casas hogar, templos, parroquias y misiones en donde el Cristo que siguió Vilaseca se comparte a través de sus hijas e hijos.

Hoy la Familia Josefina se encuentra en Angola, África; Roma, Italia; Venezuela, Chile, Costa Rica, Nicaragua, El Salvador, Puerto Rico, Guatemala, Estados Unidos y México.

Y tres son los lemas con los que nuestro fundador nos invita a llevar adelante nuestra misión encomendada:

“ Haced siempre y en todo lo mejor”.
“ Estar siempre útilmente ocupados”
“Adelante, siempre adelante, pues lo quiere san José”


La tarea de la Iglesia

La misión de la Iglesia "Evangelización"

LLamada a una nueva evangelización

Los medios de la Evangelización

Una comunidad evangelizada y evangelizadora

La tarea de la Iglesia

LA MISIÓN, EXIGENCIA DE LA CATOLICIDAD DE LA IGLESIA
"Id por todo el mundo y proclamad la buena noticia(evangelio) a toda criatura" (Mc. 16,15)

La Misión:

  • Surge del envío que Jesús hace a sus discípulos para anunciar y significar la Buena Nueva (Mt 10,5-8)
  • Tiene una importancia decisiva para los discípulos. Esta importancia queda confirmada por la abundancia de textos misioneros que aparecen en los Evangelios (Mt5,13; 13,31.33.47; Mc 3,14; Mt 28,19).
  • Tiene como contenido fundamental a Jesucristo como Salvador (Hch 5,31) Por medio de Él, Dios ofrece a todos los hombres una vida nueva.
  • Se acompaña de gestos significativos y reales que hacen visible y creíble la verdad de su mensaje (Hch 2,14-16. 3,12-26; 5,12-16)

En breve recorrido que hemos hecho por la vida de las primeras comunidades cristianas, nos permite afirmar:

  • La misión de la Iglesia se fundamenta en la misión de Jesús como enviado del Padre para la liberación de la humanidad.
  • La razón histórica del ser de la Iglesia es prolongar la misión de Cristo y hacerla visible en la historia de los hombres.
  • La misión es la verdadera y única tarea de la Iglesia.


La misión de la Iglesia "Evangelización"

La palabra evangelizar significa literalmente "buen mensaje", "buena noticia". Jesús designa como "Evangelio" la llegada del Reino de Dios, que provocará la liberación de los oprimidos y la justicia para los pobres. Este es el anuncio que manda proclamar a sus discípulos tras la Resurrección: "Id por todo el mundo y proclamad la buena noticia (evangelio) a toda criatura" (Mc 16,15)

El Concilio Vaticano II recordó que "la universalidad de la misión de la Iglesia, la cual se esfuerza en anunciar el Evangelio a todos los hombres, se basa en el mandato explícito de Cristo y las exigencias radicales de la catolicidad de la Iglesia" (Ad gentes 1)

Jesús da una orden precisa a los apóstoles "Proclamad la Buena Nueva a toda la creación" (Mc 16,15), "Haced discípulos a todas las gentes" (Mt 28,19), con una predicación suscitada a la conversión para el perdón de los pecados (Lc. 24,47).

En el momento de la Ascensión, los discípulos limitan aún su esperanza al Reino de Israel, pues le preguntan a su Maestro: "Señor ¿Es en este momento cuando vas a restablecer el Reino de Israel?" (Hch. 1,6). En su respuesta, el Salvador les muestra claramente que deben superar el horizonte, y que ellos mismos deben convertirse en testigos no solo en Jerusalén, sino también en toda Judea y Samaria "y hasta los confines de la tierra" (Hch 1,8)

El Redentor no cuenta únicamente con la docilidad de los discípulos a su palabra, sino también con el poder superior del Espíritu Santo que les promete "Recibiréis la fuerza del Espíritu Santo que vendrá sobre vosotros" (Hch 1,8)

Tras el Sínodo que los obispos dedicaron en 1974 al tema de la evangelización en el mundo contemporáneo, Pablo VI utilizó sus resultados para elaborar su exhortación apostólica "Evangelii Nuntiandi" (1975). En este documento se concibe la evangelización como la "dicha y vocación propia de la Iglesia, su identidad mas profunda" (EN, 14).

La evangelización es el proceso total mediante el cual la Iglesia, movida por el Espíritu:

  • Anuncia al mundo el Evangelio del Reino de Dios
  • Da testimonio entre los hombres de la nueva manera de ser y de vivir que él inaugura
  • Educa en la fe a los que se convierten al Evangelio del Reino
  • Celebra, mediante los sacramentos, la presencia del Señor Jesús y el don del Espíritu
  • Impregna y transforma con su fuerza todo el orden temporal

LLamada a una nueva evangelización

La llamada a una Nueva Evangelización ha sido propuesta por Juan Pablo II en Haití (1983), con ocasión del encuentro con los obispos de CELAM para:
"Dar a la acción pastoral un impulso nuevo, capaz de crear tiempos nuevos de evangelización, en una Iglesia todavía más arraigada en la fuerza y en el poder de Pentecostés" (EN 2).

La novedad de la acción evangelizadora afecta a la actitud, al estilo, al esfuerzo y a la programación o como se propuso en Haití, al ardor, a los métodos y a la expresión. Una evangelización nueva en su ardor supone una fe sólida, una caridad pastoral intensa y una recia fidelidad que, bajo la acción del Espíritu Santo generen una mística, un incontenible entusiasmo en la tarea de anunciar el Evangelio.

La Nueva Evangelización tiene como finalidad formar hombres y comunidades maduras en la fe y dar respuesta a la nueva situación que vivimos, provocada por los cambios sociales y culturales de la modernidad.

A LA ACCIÓN DE PREGONAR EL EVANGELIO SE LE LLAMA EVANGELIZAR.

"Evangelizar consiste en anunciar la Buena Nueva del Evangelio, por medio del testimonio cristiano, a los hombres situados históricamente, para que se que conviertan y sean liberados"

desarrollamos brevemente cada una de estas afirmaciones:

Anunciar la Buena Noticia del Evangelio
San Pablo nos expresa muy bien en que consiste esta buena noticia, cuando afirma:
" Pues no me avergüenzo del Evangelio, que es fuerza de Dios para que se salve todo el que cree, tanto si es judío como si no lo es. Porque en el se manifiesta la fuerza salvadora de Dios a través de una fe en continuo crecimiento, como dice la Escritura -quien alcance la salvación por la fe, ese vivirá (Rom 1,16-17).

La Buena Noticia no consiste puramente en un mensaje intelectual, sino que es un acontecimiento salvífico; fuerza de Dios para salvar a todo el que cree. Esta fuerza de Dios se manifiesta en Jesús de Nazaret, en sus palabras en sus signos, en su muerte y resurrección. El Evangelio, es la persona misma de Jesucristo. La persona de Jesús se identifica con el Reino.

Por tanto, evangelizar es:

  • El anuncio de Jesucristo, de su vida de su muerte y de su resurrección
  • El anuncio del Evangelio que es gracia y salvación de Dios para todos los hombres, y buena noticia porque libera de todas las esclavitudes humanas.
  • El anuncio del Evangelio hecho con palabras y signos. Las palabras anuncian lo que los signos realizan.

Por medio del testimonio cristiano
El testimonio cristiano es el medio fundamental para proclamar el Evangelio. La evangelización exige la existencia de verdaderos testigos. Jesús no formó sabios, sino discípulos testigos. Sin el testimonio cristiano, puede haber "propaganda religiosa", pero no una verdadera evangelización.

El testimonio cristiano tiene las características siguientes:

  • El testigo se reconoce enviado de Dios para testimoniar algo
  • El testimonio incluye la proclamación de lo que se ha visto y oído: la acción de Dios manifestada en Cristo.
  • El testigo se compromete en su testimonio: la vida del testigo es la mejor prueba de lo se que quiere comunicar.

A los hombres situados históricamente
Cada persona, además de estar inserta en una u otra cultura, viviendo en un ámbito rural o urbano, desarrollando un trabajo manual o intelectual, está rodeada de unas circunstancias diferentes que la configuran como ser único e irrepetible.

De ahí que la evangelización deba tener presente a las personas concretas a las que se dirige, sus necesidades y aspiraciones. Por tanto, al evangelizar se debe tener presente que el destinatario de la evangelización, es un hombre concreto.

Para que se conviertan y sean liberados
Los objetivos básicos de la evangelización son dos: La conversión y la liberación
La conversión: se refiera a la respuesta que debe suscitar la acción evangelizadora en la persona.
La liberación: expresa la transformación que esta respuesta ha operado en su vida.

La conversión
Esta es el centro de toda la actividad misionera de la Iglesia. Consiste fundamentalmente en:

  • Descubrir al Dios de Jesucristo y creer en Él, rechazando los falsos ídolos esclavizadores
  • Adherirse a su proyecto de salvación, aceptando las exigencias radicales del Reino y los valores evangélicos como norma de vida.

La conversión suscitada por la evangelización supone un cambio de sentido y dirección a la totalidad de la existencia humana. Por tanto, la conversión no es un mero cambio de mentalidad, sino algo que afecta al hombre entero, al sentido de su vida personal y social, a los valores que la orientan y a las condiciones sociales que la hacen posible.

La conversión es real cuando la acción evangelizadora alcanza y transforma con la fuerza del Evangelio:

  • Los criterios de juicio
  • Los valores determinantes
  • Los centros de interés
  • Las líneas de pensamiento
  • Las fuentes de inspiración
  • Las estructuras sociales

La conversión cristiana es un largo proceso, para que el cambio sea verdadero, es necesario que surja de una decisión personal, con un cierto grado de reflexión, sea gradual y progresiva y se vaya verificando en compromisos y estilos de vida concretos y reales..

La liberación
"El hombre evangelizado se reconoce hijo de Dios y, como resultado de esta filiación, acoge y se relaciona con los otros hombres como hermano. La relación con Dios y con los hermanos ha de llevarse a cabo en las condiciones de esta vida, en el mundo y en la historia; esto quiere decir que todas estas realidades quedan incluidas en el proceso salvífico"

Por lo tanto, la evangelización es inseparable de la liberación integral del hombre, de su mundo y de su historia, e incluye la liberación total y real de todas las dimensiones de la vida humana, incluso la política. La liberación cristiana, es la misma liberación humana llevada a su plenitud por el don gratuito de Dios que se acoge por la fe.

Los medios de la Evangelización

El anuncio, los sacramentos y el testimonio "La Buena Nueva debe ser proclamada, en primer lugar, mediante el testimonio". "El hombre contemporáneo escucha más a gusto a los que dan testimonio que a los que enseñan...Será sobre todo mediante su conducta, mediante su vida, como la Iglesia evangelizará al mundo, es decir, mediante un testimonio vivido de fidelidad a Jesucristo, de pobreza y despego de los bienes materiales, de libertad frente a los poderes del mundo, en una palabra: de santidad" (Evangelii nuntiandi, 21)

Los destinatarios

Los destinatarios de la obra evangelizadora de la Iglesia se encuentran en una doble dirección: Hacia el exterior la Iglesia tiene como destinatarios a todas aquellas personas que nunca han recibido la Buena Nueva de Jesucristo. Aquí el mandato del Señor Jesús es categórico: "Id y predicad el Evangelio a toda criatura" (Mt 16,15). Esta es la razón por la que la Iglesia se siente llamada:
" A no encadenar el anuncio evangélico limitándolo a un sector de la humanidad o a una clase de hombres o a un solo tipo de cultura" ( E.N. 50 ).
"La tarea de la evangelización de todos los hombres constituye la misión esencial de la iglesia....Evangelizar constituye, en efecto, la dicha y la vocación propia de la Iglesia, su identidad más profunda. Ella existe para evangelizar" ( E.N. 14).

La segunda dirección de la obra evangelizadora es hacia el interior, y aquí la iglesia percibe una tarea doble:

  • Un primer grupo de destinatarios de la evangelización son aquellos que han recibido la fe y que permanecen en contacto con el Evangelio. La Iglesia debe profundizar, consolidar, alimentar y hacer cada vez más madura la fe de aquellos que se llaman ya fieles o creyentes.
  • Un segundo grupo de destinatarios hacia el interior lo conforman todos aquellos cristianos que no son practicantes de la vida cristiana.
    "Toda una muchedumbre, hoy día numerosa, de bautizados que, en gran medida, no han renegado formalmente de su bautismo, pero están totalmente al margen del mismo y no lo viven. La ausencia de práctica religiosa se encuentra en los adultos y en los jóvenes, en la elite y en la masa, en las antiguas y en las jóvenes Iglesias... La acción evangelizadora de la Iglesia no puede ignorarlos ni desentenderse de ellos; debe buscar constantemente los medios y el lenguaje adecuado para proponerles la revelación de Dios y la fe en Jesucristo".

Una comunidad evangelizada y evangelizadora

La Iglesia podrá llevar a cabo su misión evangelizadora siempre que transparente y comunique con su vida lo que proclama en su mensaje. Jesús al anunciar a sus discípulos que eran la sal de la tierra y la luz del mundo, les advirtió del peligro que constituía el que la sal perdiera su sabor o el que una lámpara fuera tapada con una olla
( Cfr.Mt 5,13-15)

Las situaciones cambiantes, los continuos avances de la ciencia, las modernas formas de relación entre las personas, obligan a la Iglesia a perpetuar en sí misma la novedad del Evangelio; la actuación del Espíritu Santo la capacita para responder con su vida y su palabra a los retos que constantemente le presenta nuestra civilización.

Esta actuación del Espíritu, que la conduce a la verdad plena (Cfr.Jn 15,12-14), se realiza a través de diversas mediaciones como:

  • La acogida valiente de la Palabra de Dios, que al penetrar en los corazones cuestiona las estructuras, actuaciones y comportamientos.
  • Los signos de los tiempos, es decir, los deseos y aspiraciones profundas de las personas de la sociedad actual, que se ven plasmados en el esfuerzo a favor de la paz, la justicia, los derechos humanos, la ecología...
  • Las voces que se elevan desde la opresión, la marginación la pobreza extrema "el clamor de los sin voz"